Más del 70% del planeta está cubierto por agua. Sin embargo, solo el 0.023% de ésta es potable. Actualmente Chile enfrenta una crisis hídrica que ha dificultado el acceso a este recurso en diferentes zonas y que han hecho de las plantas desalinizadoras una opción cada vez más necesaria para enfrentar este problema.

La explotación de los recursos naturales, el aumento de las temperaturas por el cambio climático y la disminución de las lluvias han posicionado a Chile como uno de los países que sufrirá mayor estrés hídrico al año 2040.

De hecho, en el último anuncio de la Dirección General de Aguas (DGA) se reportó que los cinco embalses más grandes del país tienen un déficit de un 55% respecto a sus promedios debido a la sequía.

Es por ello que durante los últimos años, en Chile se han creado diferentes plantas desalinizadoras, las cuales mediante un proceso llamado “Osmosis Interna”, logran separar las sales disueltas en el agua de mar, convirtiéndola en un recurso potable para consumo productivo, humano e industrial. Un ejemplo de esto es la Planta Desaladora Norte de Antofagasta, que actualmente provee de agua potable al 56.4% de la ciudad. 

En 2018 ingresó al Senado un proyecto de ley con el objetivo de crear una Estrategia Nacional de Desalinización, que oriente y regule la instalación de estas plantas, procurando su uso preferente para consumo humano y evitando daños ambientales.

Frente a esto, el senador Juan Castro, que preside la Comisión de Agricultura y quien también forma parte de la Comisión de Recursos Hídricos, Desertificación y Sequía, mencionó que “este tipo de proyectos son necesarios para el desarrollo del país, y se deben integrar a un trabajo de cuencas que sea integrador, ya que las reservas de agua dulce están siendo cada día más escasas y se ha demostrado que una de las grandes soluciones puede ser el agua salada. El caso de Antofagasta hay que tomarlo como ejemplo, al igual que el de Israel”.

Israel, un caso mundial de éxito

Israel es un país predominantemente seco, más del 50% de su superficie total corresponde al desierto Néguev, y hasta 2004, sus habitantes dependían casi completamente del agua de lluvia y de las reservas de acuíferos subterráneos.

Es por eso que crearon un plan de construcción de cuatro plantas desalinizadoras, las cuales actualmente representan el 40% del suministro de agua nacional. En 2015 Israel puso en funcionamiento la planta desalinizadora más grande y moderna del mundo, que proporciona el 20% del agua que se consume en el país.

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