No somos iguales. Aunque suene duro decirlo, en Chile no somos todos iguales, y estamos muy lejos de serlo. Las manifestaciones que se están viviendo en nuestro país no hacen más que reflejar el descontento y la rabia que hace años la gente viene sintiendo porque ven vulnerados sus derechos. El costo de la vida sube cada año, los sueldos poco y nada, y el alza del pasaje en el Metro fue el punto de inflexión para hacer estallar la ira de quienes no se sienten escuchados.
Lamentablemente en Chile la mayoría de los ministros y políticos vive en otra esfera, en otro mundo, y no solo los del actual Gobierno, sino que siempre ha sido así, también cuando la izquierda estuvo en el poder. No saben lo que es la calle, no tienen idea lo que es trabajar para poder comer, ni se imaginan la angustia de no tener dinero para una buena atención médica. En su mundo esos son problemas ajenos, por los cuales “trabajarán duro por solucionar”.
Ahora todos criticarán, pero que a la oposición no se olvide que durante cinco Gobiernos no hicieron mucho, y se conformaron con dar a la gente un asistencialismo básico que no viene a solucionar el problema de fondo. Ellos también son responsables de este problema.
Yo puedo decir que sí conozco esa realidad que vive una gran parte de los chilenos porque me tocó vivir la pobreza. Con orgullo reconozco que vengo una familia, humilde, que pasamos por miles de problemas para salir adelante con mucho esfuerzo, pero ese esfuerzo muchas veces no da los frutos necesarios en una sociedad con una desigualdad tremenda y, para varios, injusta.
El senador Manuel José Ossandón lo advirtió hace tiempo: no podemos pensar en el desarrollo si no avanzamos en materia social. Me ha tocado trabajar con él en el Senado y creo que es el que más entiende los problemas reales de los chilenos, y cuando fue alcalde de Puente Alto demostró que la única forma de avanzar es trabajando en terreno y escuchando. Les cuento, con el dolor de mi alma, que a nosotros como senadores oficialistas, personas con una posición de privilegio, el Gobierno no nos quiere escuchar. Imagínense que queda entonces para la mayoría de los chilenos, para esas personas que hoy están manifestando su rabia en las calles.
No justifico la violencia, bajo ninguna circunstancia. Pero tenemos que tener claro que los hechos ocurridos no hacen más que reflejar el descontento de una sociedad que vive en desigualdad, con falta de oportunidades y que siente que nosotros los políticos nos burlamos de las personas. Y cómo no van a sentir eso, si más encima salen ministros con declaraciones como que hay que madrugar para ahorrar en sus pasajes del Metro. Una real falta de respeto, de quienes están en el poder, de quienes viven en otro mundo y siempre lo han tenido todo. En Chile no somos iguales.