El TPP-11, o Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, es un tratado comercial, y también político, que promovió en un comienzo Estados Unidos y que 12 años más tarde, se retiró argumentando que iba en contra de los intereses de los trabajadores del país. La totalidad de los países firmantes concentran un 40% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, lo que lo hace uno de los más grandes hasta ahora redactados. Las negociaciones comenzaron en el año 2008, y se realizaron a puertas cerradas.

Ahora bien, este texto debe ser tramitado por los congresos nacionales de los países suscritos, los que no pueden modificar absolutamente nada del texto. Ese es el escenario que tenemos ahora; o sea solo podemos aprobar o rechazar su contenido, lo que atenta gravemente contra el principio democrático de participación, especialmente porque de aprobarse el TPP podría cambiar radicalmente nuestras oportunidades de desarrollo, entendiendo que hay un riesgo elevado de impacto en la soberanía nacional ante demandas de inversionistas corporativos.

Entonces, ¿por qué un tratado tan importante no puede ser discutido por el parlamento ni la ciudadanía? ¿Cuáles son los impactos para la industria local? ¿Cómo modificará la agricultura? ¿Pone en riesgo el empleo y el medio ambiente? ¿Cómo funcionan los tribunales de solución de controversias? ¿Qué sucederá con la soberanía nacional cuando un inversionista transnacional decida demandar al Estado de Chile porque una nueva ley, como por ejemplo la reforma al código de aguas, afecte sus ganancias? Son asuntos de importancia vital que deben transparentarse y discutirse seriamente, de frente a la sociedad. Por cierto, hay muchas organizaciones de la sociedad civil, economistas, académicos y expertos de toda clase, que han activado alarmas sobre los impactos que tendría para Chile la eventual aprobación del TPP-11, pero los políticos promotores de este Tratado hacen oídos sordos y optan por la estrategia de intentar pasar el proyecto entre gallos y medianoche, justo cuando Chile y el mundo atraviesan una de las peores crisis, sanitarias y económicas.

Como presidente de la Comisión de Agricultura, solicité en la sala del Senado que el proyecto del TPP-11 pasara la Comisión para revisar materias sobre las que hay muchas dudas e incertidumbre, pero la solicitud fue rechazada. Claro, el objetivo del Gobierno es apurar la tramitación para votar sin que se discutan asuntos prioritarios para el futuro del país. Ante este contexto, yo no estoy de acuerdo con apurar la votación del tratado TPP-11. No me parece correcto lo que hace el gobierno, por eso anuncié y lo sigo reafirmando que rechazaré el tratado.

Una de mis ocupaciones centrales ha sido el desarrollo y protección la actividad agrícola de pequeña y mediana escala, la cual corre el riesgo de desaparecer ante las condiciones que impone el TPP, pues estimula poderosamente la expansión de la agroexportación y la exportación de carnes. Esto puede derivar en el fin de la agricultura campesina, produciendo nuevas migraciones campo-ciudad y la decadencia de la producción de alimentos locales.

Consecuentemente, existen disposiciones que pretenden ampliar progresivamente los cultivos transgénicos, aumentando la carga de plaguicidas, con resultados inciertos para los trabajadores rurales. Y lo que es aún más grave; compromete al país a ratificar el convenio UPOV-91, (Convenio que fomenta la protección de los diversos vegetales), con lo que obliga al parlamento a reflotar la Ley Monsanto, que prohíbe el uso de semillas registradas, incluso aquellas parecidas a la certificada, abriendo un peligroso espacio para abusos.

El tratado, también tiene disposiciones sobre derechos laborales que significan un retroceso radical en los avances y logros que hemos conquistado como sociedad, pues solo se remite a garantizar el piso mínimo establecido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hace 20 años. De esta forma, podría continuar largamente describiendo las controversias que se levantan en torno al Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica. Para los que quieran seguir indagando, los invito a revisar la abundante literatura disponible, entre la que destacan, por su seriedad, los documentos de investigación de Chile Mejor Sin TPP.

Creo que Chile no necesita este tratado, pues Chile tiene acuerdos bilaterales con todos los países suscritos al TPP, lo que podrían mejorarse y profundizarse mediante negociaciones horizontales, sin perder nuestras ventajas comparativas. Mientras que en una negociación con los 11 países del TPP, Chile estará siempre en desventaja, por el pequeño volumen de su economía, frente a países como Japón, Canadá, México o Estados Unidos, que de seguro serán los que tomen las decisiones claves, por lo tanto, los que obtengan los mayores beneficios y ventajas. Nuestra tarea es proteger nuestra industria, nuestra soberanía, nuestros recursos naturales, nuestra agricultura y nuestro futuro. Por eso digo NO al TPP-11.

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